Desde el desarrollo del deporte
moderno, el olimpismo y en general, el deporte amateur de alta competencia,
éste se consideró alejado de cualquier posibilidad enmarcada dentro del mundo
económico, ya que los ideales del amateurismo, las directrices publicitarias y
la concepción de la organización deportiva como tal, limitaba la valoración
económica de la actividad deportiva. El deporte amateur fue designado como el
ideal, inclusive otorgando carácter de status cuando éste se disponía a
desarrollar una actividad no productiva y sin objetivos, como el caso del tenis
y el golf en la aristocracia inglesa. Las mismas asociaciones deportivas
evitaron que se produjera una expansión del mercado para controlar así el
deporte. Las Federaciones Internacionales y el mismo Comité Olímpico Internacional
(COI) eran los máximos responsables de las reglas y de la organización de los
campeonatos nacionales o internacionales, y decidían quienes participaban o
no.
Sin embargo, surgió la denominada
"colonización del mercado" traída con la revolución industrial, donde
no solo se trasladaban los modelos industriales, sino también toda la dinámica
social y cultural de los países colonizadores. Esto permitió potenciar algunas
relaciones del deporte con la economía, tanto en lo ideológico, cooperación,
transferencia y regulación. El conjunto de relaciones ha posibilitado una nueva
dinámica, la que a su vez trae consigo unos efectos económicos en el desarrollo
de los Juegos Olímpicos u otras competencias de alta élite.
Estos efectos van, además de lo monetario, a confluir
intereses políticos, financieros y sociales, y en última instancia,
corresponden a los resultados donde se valora la relación costo-beneficio. Cada
Comité organizador calcula los costos para la realización de los juegos, gastos
de inversión, consumo; el Estado interesado en que se desarrolle los juegos
deportivos asume la infraestructura, seguridad, administración y planificación,
entre otros, quedando finalmente con las instalaciones y una infraestructura
adecuada para el desarrollo deportivo y turístico.
Durante el
desarrollo de un evento deportivo internacional, se genera cierto impacto como
la disminución del turismo habitual, producto del aumento considerable de los
precios. Sin embargo, al darse prioridad a una infraestructura deportiva y sus
anexos sobre otros proyectos requeridos, previo al otorgamiento de una sede,
los alquileres y precios de los terrenos se disparan, el presupuesto en
organismos de seguridad y apoyo se multiplican. Todo este torrencial movimiento
trae consigo un importante beneficio monetario externo representado en el
incremento de la industria hotelera, restaurantes, instalaciones turísticas y
otros sectores afín. En tal sentido, se incrementa sustancialmente el turismo
eventual.
El Estado se beneficia por una mayor recaudación de impuestos
y, finalmente, la población local es la mayor beneficiaria al disfrutar de un
espectáculo de importancia internacional, no solamente de los juegos, sino de
todas las instalaciones y desarrollo de cualquier feria en distintos lugares.
Estos eventos deportivos de alto calibre, como los Juegos Olímpicos y los
mundiales, pueden aumentar el sentido de pertenencia de una población a su
localidad, produciendo un sentimiento de orgullo por ser los organizadores del
evento deportivo de importancia a escala internacional y mundial.
El impacto a corto plazo para Brasil a las puertas
del Mundial 2014 y de los Juegos Olímpicos 2016, en términos generales, es
probable que no generen un crecimiento importante de la economía brasileña. Sin
embargo, las inversiones en infraestructura serán un factor decisivo para el
crecimiento económico en el largo plazo. Brasil dará varios pasos hacia la
modernización, aumentará su eficiencia y atraerá más inversiones extranjeras.
Con la mejora en la vialidad, carretera, trenes y puertos, Brasil mejorará su
eficiencia y se convertirá en un blanco más atractivo para los negocios, y
algunos de sus productos esenciales, como el hierro, la soja y el café, podrían
beneficiarse gracias a un incremento en la demanda de parte de otros países.
La actividad deportiva agrega valor en
todos los eslabones de la sociedad incentivando el espíritu solidario y
competitivo tan necesario para darle sostenibilidad a cualquier actividad
económica y social.